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Las desventajas de ser demasiado tecno dependiente

Hace unos días, conocí una hermosa chica a través del Face... Luego de chatear dos o tres veces, decidimos concertar una cita para conocernos más allá de las pantallas de nuestras computadoras... Así que acordamos encontrarnos en su departamento ubicado por la glorieta de Insurgentes en la Ciudad de México. Ella me hizo llegar con detalles el nombre de la estación del metro en la que debía bajarme, nombre de la calle, número del edificio, colonia, delegación, código postal y algunas referencias para llegar más fácilmente.
Llegué a la estación del metro con más de 40 minutos de ventaja sobre la hora acordada y pensé que sería mejor utilizar la tecnología para encontrar la dirección más rápido. Así que saqué mi Galaxy S6 con Android de mi mochila, activé datos y entre a Google Maps. Inserté cuidadosamente el nombre de la calle, el número del edificio y la colonia... En menos de 3 segundos me estaba dando instrucciones precisas sobre cómo llegar ahí caminando y según esto lo haría en tan sólo 14 minutos.

Ni tardo ni perezoso empecé a caminar siguiendo las instrucciones del gps. Efectivamente a los 12 minutos estaba en la esquina de la calle Javier Corral y Barbosa. Busqué el número, pero toda la numeración estaba saltada... Cuando llegué a un edificio con el número que buscaba, pregunté al portero por el nombre de la chica con la que iba a reunirme... De inmediato me dijo que ahí no vivía ninguna mujer con el nombre de Macaria Salgado Macedonio. Lo primero que pensé fue que seguramente yo había víctima de algún engaño por parte de mi supuesta amiga del Face...

Me acordé también que varias veces mi madre me había advertido sobre casos así que ella veía con frecuencia en "La rosa de Guadalupe" y en otro programa televisivo llamado "Como dice el dicho". Yo nunca le hacía caso pues siempre he creído que esas son meras tonterías y ocurrencias de Televisa y TV Azteca.

Aún así, mientras el portero me invitaba un cigarro, pensaba en que quizás sí pasaban casos así en la vida real. Le di un jalón fuerte al tabaco corriente y caminé hasta la esquina siguiente... Volví a mirar mi smartphone y me seguía indicando que estaba a sólo unos metros de la dirección que buscaba... Tenía ganas de tirarlo a la calle y hacerlo pedazos, luego me acordé que apenas he dado dos pagos en Coppel donde lo saqué a crédito y traté de tranquilizarme.

Quise darle otra oportunidad a la tecnología, activé mi celular y entre a Uber. Exacto, ese servicio de taxis privados que se caracteriza por tener choferes amables, autos limpios y condiciones extremas de educación vial y seguridad. La App decía que el vehículo llegaría a recogerme en 8 minutos... Miré el reloj y sólo faltaban 15 minutos para la hora de mi cita con Macaria. Pasaron 5, 8, 10 minutos y el taxi de Uber no llegaba...

De inmediato le llamé al chofer y me dijo que casi llegaba, que estaba a tres cuadras. Luego él me llamó y me dijo ya estoy aquí... Giré mi cabeza para todos lados pero no lo veía... Luego miré que un auto elegante de color negro prendía y apagaba las luces al otro lado de la avenida. Corriendo crucé la enorme calle y me subí al taxi. Con voz suave, amable y dulce, el chofer me dijo que en 10 minutos estaríamos en la dirección a la que yo quería ir.

Luego de dar varias vueltas, noté que llegó al mismo lugar donde yo había estado antes, pero entró por otra calle... Sorprendido le dije; Oiga, esta no es la calle que busco... A lo que él con mucha amabilidad me dijo; Aquí es la Privada de Javier Corral #184 de la Col. Políticos Mexicanos, Delegación Revolución, México D.F. Bajé del Mercedes Benz, miré mi reloj y con mucho coraje descubrí que eran 20 minutos tarde de la hora a la que habíamos acordado encontrarnos la chica hermosa y yo.

Apenas me estaba reponiendo de la vengüenza de haber sido tan imbécil y hacerle caso a los aparatos tecnológicos en vez de haber seguido las instrucciones precisas que ella me había dado en el chat del Face, cuando una voz angelical salió de una ventanilla del segundo piso del edificio marcado con el número que estaba anotado en mi libreta.

Hola José Luis, qué bueno que llegas, pensé que no vendrías... Hola, le contesté mientras corría hacia las escaleras para encontrarme con ella.

Mientras subía, pensaba; ¿Por qué no confíe en mi cita? Me dio indicaciones precisas: En qué Metro bajarme, qué calles caminar, qué iba a encontrar a mi paso. Tomé a la ligera sus recomendaciones y deposité mi confianza ciega en la tecnología.

Esta anécdota me hizo pensar en cuántas habilidades humanas hemos dejado de ejercitar por abandonarnos en los aparatos tecnológicos. Hoy casi nadie recuerda de memoria un número telefónico; tampoco cumpleaños de familiares, amigos o fechas importantes. La memoria se perfila al desuso; también la lógica elemental ¿Para qué? ¡Todo está en internet!

“Somos codependientes y no tenemos el control. Hemos incorporado nuestra racionalidad dentro de las máquinas y delegado en ellas muchas de nuestras elecciones y con ello creamos un mundo más allá de nuestra comprensión”, plantea el físico Daniel Hillis en el libro Is the Internet Changing the Way You Think?: The Net’s Impact on Our Minds and Future.

El especialista en tecnología Nicholas Carr, autor del libro The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains y finalista del premio Pulitzer en 2011, argumenta que el uso cotidiano de buscadores, GPS, y demás recursos tecnológicos ha degradado la inteligencia de la raza humana.

Carr sostiene que las habilidades mentales se pierden cuando caen en el desuso. El 17 de enero pasado, el periódico inglés The Guardian publicó un extracto de The Glass Cage: Where Automation Is Taking Us el más reciente libro de Carr:

“El verdadero peligro que enfrentamos desde la automatización de la computadora es la dependencia. Nuestra inclinación a asumir que las computadoras ofrecen un sustituto eficiente para nuestra propia inteligencia nos ha hecho demasiado ansiosos por dejar el trabajo importante al software y aceptar un papel subordinado para nosotros mismos. En el diseño de sistemas automatizados, ingenieros y programadores también tienden a anteponer los intereses de la tecnología por delante de los intereses de la gente. Transfieren tanto trabajo como sea posible al software, dejando a nosotros los seres humanos tareas pasivas y de rutina, tales como la introducción de datos y el seguimiento de las lecturas”.

En una investigación aparte, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos concluyó que los pilotos sufren de una pérdida de capacidad en el vuelo manual, derivado de sólo utilizar el piloto automático.

Los años recientes se han publicado investigaciones que concluyen que el ser humano se ha vuelto menos inteligente. Una de ellas fue difundida por la Universidad de Amsterdam y coordinada por el científico Jan te Nijehuis. La investigación asegura que hemos perdido en promedio 14 puntos de coeficiente intelectual (CI o IQ, por su sigla en inglés) desde la era Victoriana.

En estos días uno encuentra con regularidad que a las personas se les dificulta leer libros completos o realizar operaciones aritméticas básicas. También les cuesta trabajo socializar, o exponer temas profundos sin la ayuda de un recurso tecnológico. Mucho más memorizar textos complejos.

En cambio, la tecnología nos ha brindado aplicaciones innovadoras que han suplido el uso de habilidades humanas. Ahora la forma más efectiva de encontrar pareja las ofrecen las aplicaciones para celular. Para obtener trabajo es más efectivo recurrir a plataformas digitales o redes sociales. Para medir las calorías de un platillo no hace falta más que apuntar información en nuestros móviles. ¿Queremos saber cuánta distancia corrimos hoy? Simple, colócate un brazalete digital.

Es obvio que la tecnología extiende sus avances a los ámbitos más cotidianos de nuestra vida. Esta tendencia abre un abanico de preguntas. ¿La inteligencia de la raza humana irá en picada? ¿Llegará un momento en que nuestras habilidades sociales sean raquíticas? ¿Terminaremos como una raza de bobos dependientes de las innovaciones digitales?

Por lo pronto, comenzaré a darle más crédito al sentido común y menos credibilidad al GPS.

*La parte final de este artículo, pertenece a Juan Pablo Proal del diario "Proceso" y es parte de su columna titulada "Cada día somos más imbéciles"
*La búsqueda de la dirección en Google Maps es ficticia.
*La tecnología puede ser de mucha utilidad siempre y cuando se utilice de manera consciente y responsable.

-José Luis Ávila Herrera

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